Copio de un libro de Onetti que releo con dificultad por la disminución notoria de mi vista:
Pero día tras día mi resolución se fue gastando y el perro acabó por obedecer a la sonora sílaba Tra y se hizo tan amigo mío que a veces su cariño era un estorbo, tal como me sucedió con alguna mujer de mi pasado.
Copio también de igual libro unas líneas antes:
Pero mi mal humor no se contagia de las alegrías pasajeras de los destripaterrones. Algo le pasa a mi vista y leer resulta molesto.
Son pasadas las dos y media. Estoy solo. Creo que desde que inicié mi escolaridad esa forma me persigue. Tuve el amor de mis mayores y mis pares. Pero "a veces su cariño era un estorbo", como también lo fue el de "alguna mujer de mi pasado", por no decir que el de todas, que son pocas.
Hace un mes y un día me dieron el raje -elegante- de una publicación donde me pagaban por escribir. Es una interpretación subjetiva, pero en los eufemismos se encuentra la verdad.
La verdad existe y no es parcial.
La verdad es.
(Sucede que nos enfermó el creer que el medievalismo suponía lo peor).
(La Edad Media fue la mejor época).
Menos días atrás una "mujer de mi pasado" me pidió ayuda. Entendí que no la necesitaba. Entendí también que cuento con demasiados asuntos por resolver como para brindarle la ayuda que precisa, si es que la precisa.
Llegué a una edad donde la bondad o el amor no representan urgencias; sí, en cambio, la verdad. No mi verdad, sino La Verdad.
Además debo cuidar de personas que dependen de mí, personas que me salvaron la vida. Cuando estuve mal. Muy mal. Y de manera no muy justificada. A no ser que las alteraciones químicas, que el desengaño y la defraudación constituyan figuras legitimadoras para ser una carga para los que te quieren. (Me respondo: no lo es).
Un par de semanas atrás recibí la noticia de que estoy en la lista de finalistas de cierto premio. Me enteré por una muchacha que a miles de kilómetros de distancia me alertó. Andaba en el balcón de mi casa paterna, al cuidado de mis obligaciones filiales. Se me dibujó una pequeña sonrisa. Enseguida la acción me quitó lo que en otros puede traducirse en ambición o megalomanía. No está mal. Al revés. Esta manera de ver las cosas me distanció de varios examigos.
No me arrepiento.
Sé cuál es mi trabajo, sé que lo que hago no lo hago para que me aplaudan. Mal no vendría el premio pero en lo fáctico no modificaría demasiado mi vida.
Mi vida es la cebolla partida a la mitad que tengo en la heladera.
Deberé cocinarla esta noche antes de que se seque del todo.
En términos generales la misantropía generó sus frutos. Y ya no lo puedo disimular. Tengo una amiga: es la perra de Germán. A veces trepa los alambres y los arbustos y solo me exige que la acaricie. A veces su cariño es un estorbo. Pero ella no se enfada. Cuando lo nota, se va.
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