14.2.21

14 de febrero

Releí:

Escribo y repaso esta fecha con el bolígrafo último modelo que compré en el tinglado del viejo Lanza. Es una fecha que me gustaría tenerla inmóvil durante la farsa de los días que se acumulan y reclaman su lugar y desean sustituir y ocupar vacíos el sitio que encabezan estos apuntes.

Y también:

Barajé con melancolía tantos días, meses y tal vez años confundidos, sin esa gradación cronológica que ayuda sin que lo sepamos a creer, débilmente, que hay cierta armonía en esta reiterada, incansable "persuasión de los días".

Claro que también para mí es perceptible mi contradicción. Al fin y al cabo esto no tiene más importancia que yo mismo.

Terminé la relectura del que, supongo, a menos que mi ignorancia triunfe -o que se halle, en un futuro, un manuscrito oculto-, el último libro de Onetti. Y antes El Osteópata me trajo la prometida bordeadora a dos tiempos.

Había amainado la lluvia y la probé.

-Te la voy a cuidar -prometí.

Corta bien.

El Osteópata me pidió entrar al baño. Le advertí los problemas que todavía en baño persisten. Pero no se le niega a un cristiano las ganas de mear. Y menos a uno que te presta de buena manera una máquina.

Más allá de estas fatuidades, me quedé pensando en Manuel. De a poco le voy sacando la biografía. Lo demás lo puedo inventar. De chico lo mandaban a la quema de Maquinista Savio. Su abuelo había plantado tabaco, fumaba cigarro de hoja. O mascaba y escupía.

-Otros tiempos -dijo Manuel-. Se era pobre, pero había alguna dignidad.

No le pregunté si retomará sus estudios secundarios. Me pareció un abuso. Él estaba con su cuerpo grueso, de hombre de casi cincuenta, echado en el baño metiéndole fuerza para quitar la mochila del inodoro. Ya habrá ocasión: restan varios trabajos de plomería y otros con las estufas, para antes de que nos agarre el otoño.

Me quedé también pensando en Aries. Sé que la alejó de mí lo que fui, acaso lo que soy.

-Pero ya tenés casi veinte -más o menos le escribí en el teléfono-. Ya no me podés echar toda la culpa de todos estos años.

Esa historia de culpa y tristeza, hermanas perfectas que las llama Onetti de mejor manera, esa historia que me involucra, en tercera persona reza que una vez El Anunciado Antes de Nacer Cual Si Cristo Fuera perdió la cabeza, o el ánimo, y que eso asustó a Aries en la medida en que tomó conciencia de que la cosa no pintaba pasajera.

Equis me llamó mientras repasaba aquellos hechos y la pequeña biografía de Manuel, con El Osteópata de testigo y conmigo cargando la dos tiempos amputando las piernas nacientes de los yuyos por los tobillos.

-Te llamo en un rato -contesté. 

Cosa que cumplí. (Obligaciones filiales).

Pasó Germán. Raro. Siempre anda en uno de sus autos. Venía del almacén con dos bolsas.

-Ahora tenés el poder -me dijo.

Yo levanté una mano. Aceleré el motor de La Poderosa.

Germán. El bicicletero. El ciruja. El ñato al que le di unos pesos para que en el invierno me cortara los fresnos de la vereda. Hasta El Osteópata. Todos se pregunta de qué vivo. Lo sé porque amagan con preguntar. Pronuncian un rodeo pero nunca llegan al final.

Solo la mujer del bicicletero, una tarde, me despachó el vedado sintagma con signos de interrogación mientras yo andaba apurado en la bicicleta. Le dije algo así como que escribo. Una buena respuesta. Veraz: en los hechos andaba terminando la escritura fantasma de un libro para un anciano venerable por la que gané algún dinero, dos garrafas de vino y varias botellas de champán. Igual la mujer habrá pensado que soy un mentiroso, que nadie vive de escribir. Y tiene cierta razón.

En general se rumorea que el loco aquel (que vengo a ser yo) es El Casero. El loco aquel o el que casi no saluda o el que vive solo y se lo ve ir y venir en bicicleta o cortar el pasto, el cerco, los yuyos, el que más de una vez lo vimos salir con una hoz cuando dijo que se le había quemado la bordeadora eléctrica. Ahora con esta a dos tiempos, La Poderosa, espero que me pidan mis servicios de jardinería.

El tanque de La Poderosa carga dos litros mezclados con un poco de aceite. Sobre esos gastos, más la tanza y la mano de obra, si me hago de unos diez clientes, puedo sumar un poco para alguna vez agasajar a mis hijos con más carne y menos verdurita.

El Anunciado Antes de Nacer Cual Si Cristo Fuera -narra mi fantástica historia- resultó el primogénito y en quienes sus padres pusieron toda su predilección. Pero un día, que sumaron en verdad una sucesión, comenzó a perder los estribos. Y la ciencia rubricó sus diversos y hasta opuestos dictámenes.

No obstante, El Anunciado logró lo que la gente llama "una vida normal" por un tiempo más o menos importante. Catorce, quince años. Casa, perro, mujer, hijos, una terraza en lugar de jardín. Hasta que se marchó de la casa y (casi) se hizo cortador de yuyos y casero.

Si alguien busca el disparador de una historia, o el eje o lo que carajos sea de todo esto, ahí está alguien que se va y no vuelve y sufre una transformación. Un arranque clásico, reiterado. Un arranque que es la multiplicación de los peces y los panes, o de la desgracia o la libertad, según cómo se mire. (Y de la locura, que ya venía de antes, rociada de pastillas y definida con voces que no hablaban del "loco", sino de sutiles eufemismos científicos para no espetar "usted es un subnormal". Pero a no victimizarse, que no es para tanto).

Quien espere más acción en esto solo tiene que esperar sentado.

Tarde o temprano la hipérbole o la realidad llega.

Como arreció el año que terminó.

Además, para qué negarlo, hay por lo menos uno que me la tiene jurada y que, de no ser por el presidio como promesa, ya me hubiera liquidado. Pero del Turco prefiero no hablar. La pulseada mental se la vengo ganando y mejor que ni aparezca en estos días que no se reiteran incansables ni se acumulan y reclaman su lugar, ni desean sustituir y ocupar vacíos el sitio que encabezan estos apuntes.

Ya es tarde, hora de fumar un armado y escuchar un poco de música para dormir.

Hay una canción de Deftones que se llama "Needles and Pins", igual en su nombre a la que cantan Ramones y Cher, pero no tiene un soto que ver. Una parte dice:

Here we are / You're pins, I'm needles, let's play / Here we are / You want this? Then come on.

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