12.2.21

12 de febrero

Ayer a la noche tenía todo listo para continuar con la relectura lenta del libro de Onetti. Una válvula del baño me lo impidió. Me pasé las ocho horas de sueño probando variantes, inundé varias veces el suelo, me mojé la cara y el torso, pensé en Los Tres Chiflados, tuve fuertes ganas de llorar, hablé solo, probé con cables y hasta con la tanza de una bordeadora que desarmé hace un par de días por aburrimiento. La bordeadora quedó en un banco, afuera, descangallada. Ya no funcionaba bien. Enseguida largaba olor a cable quemado.

Durante la misma madrugada no encontré la llave de paso del baño. Busqué en la cocina. Cerré el gas del termotanque. Me vi tutoriales para encender un termotanque sin morir quemado. Al final encontré mi modelo. Quité el tablero. Constaté que el piloto funcionaba bien. Muchas horas después dormí, limpié, llamé a los servicios de atención al cliente. Obligaciones filiales. Quedé largo rato hablando con Jésica. Linda voz. Estuvimos de acuerdo en varios puntos. No la invité a salir.

Mi ex oficial carece de empatía.

Encontré un veneno súper tóxico. Rodeé la casa con su vaho. Exterminé bichos de cualquier tamaño y color. Uno verde me quiso morder el cuello. Una hormiga me mordió la pantorrilla.

Estaba casi todo listo para que hoy viera a parte de mi descendencia. Solo necesitaba que mi ex oficial pusiera el dinero para el Cabify. Ella me avisó ayer que hoy se iba de viaje con su novio para festejar San Valentín. Antes de ayer yo todavía andaba cerca de mis chicos. Podría haberlos subido al colectivo. No puedo darme el lujo de un Cabify baladí. Los Cabify, los Uber, los reservo para emergencias. Este año y el que terminó fueron años de emergencias. 

Mañana el plomero me arrancará un ojo de la cara. Y los testículos. Desconozco qué será de Jésica.

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