21.12.14

Locura

Es enloquecedor. El lugar es una redundancia. Hay quienes se babean al comer. Se me cierra el estómago. No como. Sirven jugos sintéticos, medio tibios. Me llaman Señor o Javi. Yo ya no sé quién soy. Hoy es domingo. Un domingo sin familia. Otro domingo más sin familia. Pero aquí adentro, encerrado. Inicio del verano en este sur maldito, en esta Buenos Aires que odio con todo mi corazón. Quisiera irme de viaje, ser otro, comenzar de nuevo. Una de las pacientes es evangélica. Me dijo que porque no soy evangélico estoy mal. Otra es budista. Me leyó la mano izquierda. Dice que sabe leer las manos. Que le enseñó una gitana. Es una de las pacientes que se babean. También dice que sabe leer cartas egipcias. Le entregué mi mano. De mi pasado dijo todo con exactitud. De mi futuro no sé. Me dijo que voy a salir de esto, pero que me costará trabajo. Me dijo que voy a rehacer mi vida dentro de unos años. Unos años para mí es una eternidad. Y hoy viene el staff del hostal. Horrible. Viene a brindar por Navidad y Fin de Año. Temo llorar. Temo aislarme en mi cuarto, que por suerte lo tengo para mí solo a menos que otro desdichado caiga en él. La vida, dicen los amantes de los lugares comunes, a veces pega duro. Tiene razón esa gente. Mucha razón.

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