17.12.12

Alguna vez fui feliz


En 1928 un joven asturiano sorprendía a la intelectualidad madrileña —que entonces, más que ahora, era la que contaba— con la publicación de un conjunto de relatos titulados El blocao. Los relatos, bastante independientes entre sí, tenían en común un tema: la guerra de Marruecos. Su autor, José Díaz Fernández, había estado de soldado en Marruecos entre 1921 y 1922 y en la obra, echándole algo de literatura al asunto, hablaba de lo que había visto. El libro tuvo éxito, pronto alcanzó nueva edición, se tradujo a varios idiomas y fue catalogado muy apropiadamente por la crítica como una novela de ambiente, en cuanto que, si bien en él no estaba presente el desarrollo dramático tradicional de la novela, sí había una precisa unidad atmosférica. Lo que se respira en todos esos relatos es el absurdo de la guerra y la podredumbre humana en que acaba convertido un soldado.
Javier G. Cozzolino no ha escrito una novela de la guerra marroquí, pero sí ha hecho una buenísima novela de ambiente, fundamentalmente del ambiente de la Argentina postMenem —aunque en el relato “504” hay un viaje al pasado reciente, el que emana de la última dictadura— un país al que la realidad vino a apear de un mazazo de un tren de vida que no le correspondía. Zamudio, el protagonista de varios de los relatos que componen el volumen, es un periodista fracasado y desbordado por las responsabilidades familiares con que lo apremian su mujer Silvita y sus tres hijos, al que un amigo le da la oportunidad de reconducir su vida metiéndolo como redactor en una revista; Zamudio es un personaje a la vez cotidiano y excesivo: «Y yo creo en Dios, soy católico, apostólico y romano, estoy en contra del uso de anticonceptivos, vivo en un barrio lleno de peruanos y bolivianos y voy por mi tercer hijo», piensa decirle a su amigo Sisca. Un personaje contradictorio que representa muy bien la deriva de cierta clase media venida a menos.

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