8.4.12

Absurdo

Un universo. Un planeta. Una manzana. Un Dios que se hace hombre. Que es carpintero. Que fue concebido porque sí, sin intervención humana. Que vive entre la chusma. Que es rey pero rey de otra cosa que no está acá. Que a los 30 años dice ser Dios. Que algunos lo siguen, que otros lo atacan. O lo envidian. O lo odian. Y que sin motivos de peso, más movidos por un absurdo rencor, ciertos maestros de la ley deciden liquidarlo. Y de Herodes a Pilato, y viceversa, el absurdo se consuma en los vicarios romanos. Y no hay milagros que salven al Dios de la tortura primera, de la segunda, de la tercera. No puede siquiera bajarse de la cruz, ¿ese es Dios? Que no puede, que lo dejaron solo. ¿Ese? Y después la sepultura, la mortaja, la desaparición de su sepulcro, y que dicen que ha resucitado, entre ellas, lo dice una exprostituta, que dicen que lo han visto resucitado más tarde, barbados ignorantes que no saben de buenos modales. Y de toda esa historia inverosímil, una historia hecha para no ser creída, la otra historia, la Historia, se parte en dos, en antes y después, más allá de imperios y demás circunstancias, aquí y allá, allá y aquí. En el universo que habito, en el planeta que habito, en este absurdo que respiro y que, permítanme desplegar toda la mujer que soy, es el amor, el creerme inmortal a pesar de saberme mortal, el de creer que siempre te voy a querer, hijo, aunque técnicamente eso no sea posible. Bendito, bendito Absurdo, bendita refutación de lo imposible. Absurdo constante y eterno. Insustentable. Irracional. Que todo lo hiciste para no ser creído. Y que sin embargo, aquí estoy, con el absurdo de otra vez más querer creerte.