3.6.10

La tolerancia careta y los gays


Tomado del Suplemento Soy de Página/12:
¿Así que ahora nos podemos cazar? Perdón, digo, casar. ¿Así que ahora para el Estado y las clases medias horrorizadas va a ser más fácil distinguirnos en la maroma de gente, porque llevaremos el anillo matrimonial que nos enlaza, y es entonces cuando arrancarán sus caretas de tolerancia y nos escupirán el, a esta altura obvio, odio de clase? ¿O será que con el propósito de parecer tolerantes, nos dejarán poner el anillo a cambio de que con esa misma mano ingresemos el voto en las urnas del desprejuicio? ¿Seremos, otra vez, cómplices?

El resto, en este link.

Y ya que estamos...

El último beso de Loba Lamar (x Pedro Lemebel)

(Crespones de seda en mi despedida... por favor)
Ingenio de cola y astucia callejera tuvo ella para lucir ese nombre, esa chapa de vodevil portuario que coronaba la pista al ser anunciada por el animador. Al retumbar el mambo número ocho los clarines, el pestañazo sangrado de los focos, y las palmas aplaudiéndola. Esas manos cacheteando su poto flaco de hombre tiritando al son de los tambores.
Quizás se puso Loba Lamar por el cochambre mojado de su piel oscura, por el luche aceituno de su pellejo estrujado por los marineros. Pero Loba Lamar también era otra cosa; una lágrima de lamé negro, un rescoldo pisoteado del África travesti, un brillo opaco entre las luces del puerto, cuando volviendo sobre sus pasos a la pieza de mala muerte tropezaba en las escaleras rodando por los peldaños, entre carcajadas ebrias y un penetrante olor azuceno. Era difícil mantenerse en pie a esa hora, después de haberse mambeado la noche con esos tacoajugas imprescindibles. Después de aguantar el mareo del sida, nublándola, confundiendo el cielo con él mar, que a ratos salpicaba las olas con un vértigo de estrellas. Entones, la Loba creía que todo había terminado así de rápido, así sin dolor, así de pronto la muerte sidada era un paso en falso en medio de la pista, un caminito de chispas sobre el mar Caribe un pasaje al otro mundo. Una luna en el agua, arrastrada por el vaivén tropical y sin retorno de la epidemia. Pero siempre el despertar la encontraba donde mismo, saltando de lucero en lucero, y el paso en falso no era la muerte, más bien, un pálido regreso a su indigencia de loca sin gloria.

Acá el texto completo, que es un textazo.
Muera el caretaje de los políticamente correctos.

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