1.6.10

una parte de "cielo"

En la tintorería Okinawa de Belgrano comienzan los recuerdos de Keishi Tamada. El primero sucede en la planta alta de Okinawa, donde todos viven. Keishi tiene dos años y medio o tres. No existen todavía los pañales descartables. Los pañales son lavados por Shinnosuke con la misma devoción con la que plancha al vapor. Los chicos como Keishi usan pañales de tela y encima, para que no se mojen, les calzan bombachas de goma que aprietan las entrepiernas. Es una mañana y Keishi Tamada todavía no se atreve a dejar los pañales, aunque día que pasa día que siente todavía más un asco que antes no tenía hacia los calores pélvicos de su orín, hacia los otros colores más materiales y cremosos de sus deposiciones traseras. Desde hace unas semanas exige que inmediatamente lo cambien. Esa mañana, que es una mañana de sábado, la señora Matsuzaka ha salido a realizar unas compras o mejor, queda más lógico, está atendiendo tras el mostrador de Okinawa, vestida con su guardapolvo azul eléctrico, mientras Kiku todavía duerme y Shinnosuke no termina de largar todo el locro que comió a la noche. Keishi Tamada siente sus pañales cargados, siente ese calor que en pocos minutos será un frío ardoroso, se acerca a la puerta del único baño y escucha las sonoridades del culo de su padre. Ya sabe decir papá en castellano y japonés y en ambos idiomas lo dice, pero Shinnosuke no puede responderle, los retortijones lo tienen inclinado sobre las rodillas, su estómago es una fábrica de fuegos de artificio. Keishi Tamada se angustia con esos ruidos del baño y con la presencia que ya huele dentro de sus pañales. Quiere sin embargo saber si es tanto como sus nalgas creen. Necesita comprobar si está tan cagado, hablando en criollo. Sumerge uno de sus índices bajo el elástico de la bombacha de goma que le aprieta la entrepierna. Cuando ese dedo regrese estará lleno de mierda y Keishi Tamada llorará. Pero ni aun así habrá en su vida tristeza.

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