El autobiógrafo tiende a ser parcial, a brincarse las partes aburridas y rodear los baches penosos. Los autobiógrafos se sonrojan antes de revisar su asiento de baño. ¿Existirá algún motivo para la empresa que no esté manchado por la presunción o por un deseo de venganza o por un deseo de justificarse? ¿Para poner un halo sobre la cabeza del pecador? ¿Para inflar un ego más allá de lo razonable? ¿Quién es lo suficientemente engreído como para encontrar diversión o una lección importante en sus antiguos errores? ¿O aspirar a ser un ejemplo para que los jóvenes lo sigan justo como los pájaros idiotas siguen a los normales en el vuelo? Haber escrito una autobiografía es transformarte en un monstruo. Algunos, Como Rousseau y San Agustín aprovechan esto para esconder tras la confesión el engaño. Por supuesto, como ha dicho Freud, siempre confiesan lo que en su alma están convencidos es su menor crimen.
Y en otra parte:
Es muy común, en nuestra segunda infancia, recordar la primera. Nostalgia y pesar, lástima de uno mismo y viejas cuentas sin saldar compiten en nuestro interior para saltar bajo los reflectores y energizar cada escena. ¿Por qué es tan interesante decir, ahora que todos lo saben, “yo nací… yo nací… yo nací”? “Me cagué en los pantalones, fui traicionado, siempre saqué diez”. Los cronistas de la niñez son casi siempre deterministas sin esperanza. Sus personajes crecieron de cierta forma; es posible explicar cierto defecto actual por causa de esta herida o aquel golpe. Y qué tan común es que tanta modestia onanista termine por agotar al autor o hace que se aburra de su propio pasado y abandone los años posteriores. En ocasiones, el destino corta el hilo, y el autobiógrafo muere en su lecho de amor, todavía montado en la silla de su ego.
Y después:
(Aunque el llamado nuevo periodismo, en el que tanto Capote como Mailer participaron por un tiempo, transformó incluso a los reporteros en pronombres, lo cual desvirtuó a la profesión.)
El resto de arriba y de abajo en La Revista de los Campeones. Digamos, dicho sea de paso, que es un tema que particularmente me tortura bastante. Me siento imputado.
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