4.6.10

Santos incorruptos


En 2005 me estrellé contra un muro en una ruta. Me rompí la zurda, que es mi mano hábil. Tengo en ella una ferretería. Clavos, tornillos, una placa de titanio. Mi mano ya nunca fue la misma. Incluso tengo un metacarpiano notoriamente deformado. Hace una curva en el lomo de la mano, una curva que probablemente con el paso del tiempo se agravará. Y hay veces que un tendón me juega una mala pasada. Estoy por ejemplo orinando y el índice se me traba. Una vez estuve muy cerca de orinarme, fueron más rápidos mis reflejos.
También suele sucederme, espaciadamente, pero me sucede, cuando almuerzo o ceno. Con la zurda tomo el tenedor (en eso y en patear y en cortar con tijera no soy zurdo) y zac, el índice busca afanosamente el nacimiento del pulgar sin que se lo ordene.
Hace un año, cenando con unos amigos en un restó que termina en "Mandolina" habíamos elegido compartir tres o cuatro platos, y grandes fueron sus asombros cuando me vieron arrojar el tenedor con un trozo de carne. Tranquilos, les dije, se me trabó el dedo.
Quiero decir, me he ido acostumbrando a mi mano "enferma". Me molesta pero nadie tiene de qué asustarse. Yo ya no me asusto. Una médica dijo que tal vez tenga que volver a operarme. Un galeno de dos metros refutó a la médica y le causé algún lógico fastidio. Lo cierto es que en aquel accidente en el que me estrellé llevaba un rosario colgando del retrovisor y a la Virgen de Lourdes pegada contra el frontis del cenicero del auto. Yo estuve en Lourdes. En el 94. Vi las sillas de ruedas y los bastones y las muletas colgados en la gruta. Escuché que se comentaban muchos milagros. Se me hacía un poco de lío con Fátima, sabía que eso era Lourdes y Francia pero pensaba en pastorcitos. No había escuchado hablar de santos incorruptos, tan sólo tenía una vaga noción del corazón de Fray Mamerto Esquiú, si no la pifio, en Catarmarca. También estuve frente a ese corazón de chico, daba un poco de impresión.
Santa Bernardette (o Bernardita; 1844-1879) integra ese listado de cuerpos católicos casi inalterados por la muerte. Murió en el siglo XIX.
Un mes antes de mi accidente había muerto mi abuela por adopción. La llevé en ambulancia y en la guardia dejó de mirarme. Pocos días después el señor cura amigo de la anciana estaba en casa de mis padres. No sé por qué razón salió el tema Lourdes y el de la santa incorrupta a quien Aquella se le había aparecido. En esta historia no hay milagros. En la mía, la personal. Ni tampoco tiene grandes finales. Al mes vino el muro, mi mano rota. Uno de los que vinieron a auxiliarme, cuando yo ya estuve fuera del auto, se me acercó con el rosario en la mano y la imagen que había estado en el cenicero en la otra. Tomá, me dijo, guardalo, que esto te salvó. Yo creo que me salvó que no iba rápido, que dominé más o menos bien al auto. Pero lo que yo crea o deje de creer supongo que no interesa.

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