Me entero por el blog de Iván Thays de un certamen (reeditado) de la revista española eñe. Son 3.000 euros, es decir, 12.000 pesos argentinos, dos meses de vida para un tipo como yo, con familia numerosa. Un cuento por dos meses. Está más que bien. Me alegra mucho que paguen tan bien los certámenes de narrativa corta. (Queridos cuentistas que conozco, por Di-s escriban y ganen.)
Motivado por la novedad (concursé sólo dos veces: en una me fue bien, pero era una de esas editoriales donde tu tía concursa y gana, y en la otra me fue para el ojete, claro), decía que motivado por la novedad fui a escritores.org a ver qué onda con los montos de los certámenes. Realmente los montos son seductores. Es lo que primero me importa de un premio, pienso hoy (antes era un nerd megalómano). El dinero, ahí está casi todo. Y no es que lo diga de hipócrita o de hueco. Realmente necesito el dinero. Y mucho. Cambio fama, si alguna vez la tengo, por dinero. Cambio cinco años de mi vida por dinero. Tal vez suene horrible, pero yo no lo veo tan horrible. Tengo hijos. Muchos hijos. Necesito el dinero. Y es en serio. Y soy bueno trabajando, trabajo duro y no le hago asco a nada (ok, tengo una mano medio hecha puré, pero me arreglo). Y no quiero favores, nada deseo deberle a nadie. Y decía. Busqué en escritores.org y empecé a decirme "a ver, idiota, ponete a escribir, ¿no decís que escribís?, te ponés a escribir y sacás de acá a fin de mes al menos dos o tres cuentos según los requisitos de tal y tal concurso. Luego los enviás y listo. Imaginate con dos premios de 3.000 euros. Sería la gloria, sí".
Pero mi problema es que no se me ocurre demasiado. Es que volví a fijarme primero en mi patológica historia de samurais, y que luego debí continuar con la escritura fantasmática de un libro de management. En fin.
Cuídense todos los que pasan por acá. Los automóviles cada vez desarrollan mayores velocidades.
Los beso.
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