23.2.21

23 de febrero

Trastornos de sueño.

Anduve bastante en bici. Me encontré con dos amigos a los que no veía de manera física desde hacía un año.

Las obligaciones filiales mediaron. (Equis mejora, pero no su ánimo, y eso me preocupa).

Cité a Houellebecq al menos un par de veces. Leí a mis amigos dos partes a mi entender significativas de La posibilidad de una isla

Como cada año ya, el verano era canicular en Francia, y como cada año, los viejos morían masivamente, por falta de atención, en sus hospitales y sus residencias de la tercera edad; pero hacía ya mucho tiempo que nadie se indignaba por eso, de alguna manera se había vuelto normal, como un medio a fin de cuentas natural de reducir una situación estadística de abundantísima vejez, forzosamente perjudicial para el equilibrio económico del país.

Y:

…la atracción por el mundo capitalista se transmitió a través del rock, y con una eficacia aún mayor gracias al uso de la red.

No obstante, intenté andar callado. Solo intervine para referir algunas ideas que poseo acerca del transhumanismo. Dije, como muy convencido, que el fin de nuestra especie ya inició y no a través de circuitos eléctricos, robótica, ciberespacios y esas huevadas, sino con nuevas ideologías, en apariencia relativistas y diversas, pero que impulsan un nuevo dogma no-blanco que ya no se justifican porque "Dios o el rey lo manda", sino porque "la corrección y el quehacer corpo-legislativo lo dictan".

Solo hace falta una legislación impulsada por el onegeísmo o las corporaciones para validar cualquier cosa, dije. Me remití a antecedentes históricos como la Alemania nazi, la Unión Soviética, y hasta a las revoluciones liberales del siglo XIX fogoneadas por las usinas de poder de las finanzas, el Gran Oriente británico y la francmasonería. Cuando el principio y el fin de la vida son sujetos de legislación "objetiva", más o menos dije, estamos en condiciones de terminar con nuestra especie y de preparar el nacimiento de otra, que ya no será humana, sino pura especulación.

El conservadurismo, con tres gotas de incredulidad y varios kilómetros de bicicleta son mis únicos antídotos, en otras palabras asimismo dije. Nada que resulte de importancia.

Lo importante: liquidé una corrección más de una novelita de esas que no encajan en ninguna editorial que no sea underdog. Creo que funciona, o que al menos me zafa de cierto estado de tristeza por esto de los trastornos de sueño.

Madre de mis hijos me envió una foto de los menores bordeando el Atlántico, de vacaciones. Extraño fue recibir tal foto. Un par de años atrás ella era capaz de cualquier cosa para complicarme la vida. Creo que entendió que me molesta vivir bajo amenaza y que nada tengo contra ella. Y que nada le hice, salvo no quererla. Creo que me perdonó mi discapacidad con el amor, el hecho de jamás haberme, como así dicen, "enamorado". No constituye una medalla que me cuelgo; más bien me duele. Y lo peor, nunca tuve ganas de enamorarme. Ni las tengo. (A la última muchacha a la que le juré amor, está claro, le mentí: solo buscaba jugar un rato).

Acaso haya nacido en alguna parte un poco transhumano. Y eso no me permite muchas noches dormir. Respeto esas historias de amor, por ejemplo, la de Equis con Zeta. Historias imperfectas, donde impera la amistad cuando los fuegos fatuos del sexo se terminan por la edad y la biología. Respeto todo aquello y me creo un jorobado, el Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo.

Leí aquella novela de Mújica Láinez (alguna vez en alguna parte leí que así se debe escribir el apellido) en La Cumbre, Córdoba, cientos de años atrás. Compartíamos vacaciones con esos mismos amigos a los que volví a ver. Me largué de la casa que compartíamos tras una discusión. A uno de ellos le pegué una trompada en la cara. Le volví a pedir perdón por el hecho este día cercano en que lo vi. No había justificación para la violencia. Sí la habría para otros que se creen mis amigos y no lo son. Pero descargar la furia no es un buen remedio. La furia controlada logra efectos mejores, neutraliza males que prefiero no nombrar. No es esoterismo. Se trata, de alguna manera, de reorientar la energía hacia otras cuestiones, y no digo más porque esto ya es un secreto.

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