10.10.12

Y es esta la fiebre


La pregunta resulta incluso estúpida: ¿se puede ser de la supuesta "derecha" cultural o de la nada absoluta y progresar en eso que llaman "lo artístico"? La pregunta todavía es más patética: ¿es posible que desde los márgenes socioculturales alguien se tome como un trabajo trágico, como una maldición, el ataque de "lo artístico", y siga ese rumbo con la segura certeza del fracaso y el olvido? O planteado en otros términos: ¿los pibes pobres hoy pueden soñar con seguir siendo pobres, pero interesados en ese otro lugar que no es este ni aquel, sino el del horror y la belleza?
A la pregunta número uno todo parecería indicar que no. Que para ingresar en el olimpo minúsculo y efímero de lo artístico es condición primera ser progresista o de esa pasta mercosa llamada "izquierda". Sin esa confianza iluminista, y luego marxista, de la ruptura y la fe posterior en cierta evolución o destitución humana, sin esa aparente "apertura" intelectual, se supone imposible ser músico, escritor, bailarín con el bulto bien grandote y marcado, pintor, cineasta, fotógrafo, panelista de tevé. Es necesario el open mind berretón e hipócrita para tener chances. Al menos, parece ser el camino más fácil para, enseguida, lograr "amigos", hacer "camarillas", triunfar dentro de "guetos" y vivir una vida intelectualmente "superior" y contenida. Con olor a teoría raciológica de Alfred Rosenberg, la necesaria condición de progre desprejuiciado determina y diferencia a los seres entre superiores e inferiores.
(Recuerdo una crítica moderna, vía blog, a un cuentecito mío que después terminó dándole el título al libro que de carambola me publicaron en España unos españoles románticos. El cuentecito refiere la historia de un sujeto que por cuestiones morales y religiosas tiene serios problemas con la compra y el uso de preservativos. Recuerdo que la crítica fue obvia y exacta. Decía más o menos así: que no se podía escribir a principios del siglo XXI acerca de un personaje metido en el siglo XXI que tuviera esos inconvenientes, que no era verosímil ser así. Debe haber ofuscado, eso espero, a dos o tres, de los cuatro que me hayan leído, ver luego la portada de Tulipanes para Zamudio, con ese té y esos forros ahí. Zamudio era el personaje ultramontano. Los tulipanes, el plural de una marca de condones aquí en la Argentina por lo menos muy conocida).
A la segunda pregunta, relativa al ataque de "lo artístico" entre los orilleros socioculturales, caídos o colgados del sistema, la respuesta también parece bastante palmaria. La alienación cultural, el paradigma de la democracia liberal y el consumo, la imposición de lo porno y de la felicidad como posible, ya sea mediante la droga, el alcohol o las tecnologías mudadas en pequeños smartphones que pueden hasta meterse en el orto, tornan prácticamente impracticable que un pibe de barriobajo pueda sobrevivir a semejante ensueño afeminado de querer, por ejemplo, pintar su ranchito. Más aún cuando, engañosa y no paradójicamente, todo se encuentra más democratizado, y con tres notas hacés un grupo de cumbia, o con una prima medio rápida y con buen culo podés llegar a ser su manager y, si tenés suerte, colocarla, al menos, como promotora de un jugo en polvo o de una marca poronga.
Por otro lado está el dinero, un factor harto importante en estos tiempos, donde tipos con mucho maquillaje y mucho más dinero te arman un museo de arte moderno y determinan qué se expone y qué no, qué es arte y qué no, según el ánimo con el que se haya levantado a la mañana: su clasificación puede ser justa, precisa, pero suena un tanto asqueroso que el metro patrón sea la cuenta bancaria de ese tipo y no el rol de una crítica sincera, desinteresada, que hace scouting de verdad. La sociedad dinero-progresismo está marcando el pulso de las invenciones "artísticas" o "culturales" y está también terminando de modelar el nuevo mundo, aquel por el que muchos sueñan, ya sea para la destrucción del género humano o para la construcción del hombre nuevo.
Mientras tanto, los reaccionarios, los fuera del sistema, los que creen fervientemente que no debe existir detrás de esas intenciones una ambición por figurar o trascender en este universo lleno de fantasmas y dinero, mientras tanto esos, que no sé cuántos son, por ahí andan, si no suicidándose, puteando alegremente, con esa angustia y esa desesperanza que es alimentada por un idealismo escaso en este mundo y que apenas es compartido por los chicos y los débiles mentales.
Uno, mientras tanto, bueno o malo en lo que hace, elige de qué lado estar. Consciente (qué palabra fea) o inconscientemente.

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