Martes 13 de diciembre de 2011. Parcialmente nublado, unos 22 grados de temperatura y amenazas de lluvias aisladas. En el muelle no está el encargado y los botes que unen Isla Maciel con La Boca flotan con algún pequeñísimo bamboleo. En tierra ya hay móviles de la policía bonaerense, de gendarmería, también la camioneta plotteada de la Municipalidad de Avellaneda. Son las 9 de la mañana y este día será el de la última recorrida del año del juez Luis Armella por la cuenca baja del Matanza-Riachuelo. Prácticamente una réplica de lo que ha sucedido meses atrás, aunque con algunas notorias modificaciones edilicias y, especialmente, humanas. Pues el juez habrá de verificar las obras en marcha del barrio Néstor Carlos Kirchner, en Valentín Alsina, y la casi total mudanza de los habitantes que, sobre el camino de sirga, en el asentamiento El Pueblito, Nueva Pompeya, hasta hace unos días vivían junto al agua negra y casi innmóvil de ese río al que Pedro de Mendoza y sus hombres vieron con buenos ojos para anclar sus naos, a supuesto buen refugio de las inclemencias climáticas y de los indios.
Armella es uno de los personajes centrales de esta historia. A cargo del Juzgado Federal de Quilmes desde 2006, tiene 42 años, y desde 2008 está a cargo de la ejecución del fallo de la "causa Mendoza", que obliga a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a la provincia homónima y al Gobierno argentino a sanear el hilo de agua en cuestión, desde Cañuelas hasta su desembocadura en el Río de La Plata.
"Mendoza, Beatriz Silvia y otros c/Estado Nacional y otros s/Daños y Perjuicios (derivados de la contaminación ambiental del Río Matanza-Riachuelo)". Tal es la carátula completa de la causa, presentada por un grupo de vecinos de Villa Inflamable, Avellaneda, encabezados por la mencionada Mendoza. Originalmente, entre los demandados, se encontraban cerca de 50 empresas, que serían intimadas en 2006 por la Corte para que presentaran un plan de saneamiento. Eso sucedería en junio de ese año. Cinco meses después, en audiencia pública, los principales demandados, es decir, los tres Estados, se verían obligados a presentar un plan de saneamiento y la creación de un comité de cuenca interjurisdiccional, ACUMAR (Autoridad de la Cuenca Matanza-Riachuelo), y en febrero de 2007, en otra audiencia pública, la pasada al olvido Romina Picolotti, por entonces secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, expondría los avances del plan, que serían muy pocos. Tan pocos que el 4 de julio de ese año la Corte dictaría su fallo, condenando a los demandados.
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Fuente: Prensa Sec. de Ambiente y Desarrollo Sustentable |
Hijo de un trabajador fabril y de una inmigrante italiana, Armella resultaría el juez federal encargado de hacer las veces de vicario de la Corte. Había iniciado su carrera en el Juzgado Criminal y Correccional 7 de Quilmes, como meritorio, en donde había ascendido hasta oficial segundo. Así lo escribí hace ya más de un año, tras nuestro primer contacto. También escribí que, más tarde, había pasado como auxiliar letrado al Juzgado Criminal y Correccional 2, también de Quilmes, en donde llegaría a ser secretario, "para, en 2008, iniciar su concurso para ser designado fiscal, posición que ocuparía hasta la creación del Juzgado Federal que hoy encabeza".
—Eso fue en 2006 —me dijo hace más de un año—. Hoy tenemos nueve secretarías y casi 100 personas, lo que nos convierte en el juzgado más grande del país.
Y en cuanto a la cuenca:
—Yo veré alguna etapa terminada, mis hijos verán otra, y lo importante es que el proceso iniciado adquiera intensidad, hasta llegar a la instancia del mantenimiento y el cuidado.
(Lo que no es poco tratándose de uno de los tres cursos de agua más contaminados del planeta.)
En la casa del juez no había libros. A los 16 años se quedó huérfano de padre y sin mayores posibilidades de seguir una carrera universitaria. Se empleó en una fábrica como administrativo, fue mozo los fines de semana en su ciudad natal, Berazategui. Con lo producido por esas labores accedió a la universidad pública, en La Plata.
—Y nunca fui aplazado. Estudié sin prisa, pero sin pausa. El día que murió papá fue un 14 de diciembre, y fue terrible. Él tenía que cobrar el 15, así que volví del entierro, con mi madre, sin un peso. Ella amasó, me acuerdo, unos fideos con agua, sin huevo. A partir de ahí fue volver a empezar.
—¿Cómo es que se llegó a esta judicialización de la cuenca? —recuerdo que hace más de un año le pregunté.
—Fue a causa de la falta de un Estado presente y de la voracidad de los intereses económicos sin ningún tipo de control. Y hubo también perversidad para usufructuar desde el clientelismo político a la miseria.
Vestía, hace más de un año atrás, saco gris, camisa blanca y corbata a rayas azul oscuro y grises. Estaba más flaco y había sido un tanto impuntual.
Ahora son las 9.30 y Armella todavía no llega. Llamé recién a uno de sus secretarios, me dijo que estaba en camino. Y sí, será una réplica de la recorrida que el juez y su séquito, incluido un servidor, realizaron meses atrás: Isla Maciel, Lanús, Puente La Noria, El Pueblito, Villa Luján. Y en el límite entre Avellaneda y Lanús, sobre el Rulo de Brian, una suerte de posta de Yatasto, pero sin Belgrano ni San Martín, tan solo con el saludo de los intendentes de esos municipios, donde uno dejará el tour y el otro comenzará a acompañarlo.
—No se ve gente en el muelle de los botecitos. Es raro —le digo al fotógrafo—. La vez anterior estaba déle cruzar la gente.
—Será porque es martes 13 —me responde el fotógrafo.