23.12.24

Alguna aclaración innecesaria y una digresión sobre la enfermedad

Si alguno estuvo leyendo (vi que se multiplicaban las lecturas, para bien o para mal) los diarios de los últimos casi 60 días, se habrá dado cuenta de que ya no están. La decisión era esa, sentarme, armar un primer borrador de un saque, tratar de lidiar con estos días de mucho dolor y de mucha crueldad. Ignoro, porque siempre sobreviene la inseguridad, de si en aquellas sentadas lo hice medianamente bien, entiendo que necesitan mucho trabajo y ello supone otra vez darle vueltas al dolor que encierran esas páginas. Pero lo intentaré en los ratos donde no escriba libros por encargo, no visite médicos o no esté montado a una bicicleta.

La digresión sobre la enfermedad: no soporto ver a los que me trajeron a esta existencia presos de sus cuerpos, seguramente a muchos de los que aquí lleguen les haya pasado. En el caso particular del que hablo, él tiene una forma de ser distinta a la mía y creo que está entregado; cuando hace fuerzas para conectarse y abrir la boca y no le sale, se resigna, lo mismo cuando queda dormido en su sillón de ruedas. Lo cierto es que desde mi subjetividad a esto lo veo como a una tortura que se me torna insoportable. Tal vez no sea así su perspectiva en los pocos momentos de lucidez total que tiene. Pero no lo sé y no lo hablé con él. Esa parte es un tabú entre nosotros. Me parece por otra parte una falta de respeto y consideración preguntarle si quiere irse ya de esta vida o no; si, a pesar de todo, se la aguanta todavía.

Nada, era eso. Necesitaba volcarlo para ver si puedo tener una noche normal y un despertar normal, mientras aguardo combinar una escapada con máquina incluida hacia algún lugar solitario una o dos semanas, por prescripción de casi todos mis médicos tratantes.

 

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