Cierta vez el profeta preguntó a Elohim si era posible comprender a Miriam.
Elohim le respondió que no.
El profeta entonces insistió: "Pero tú eres Elohim".
A lo que Elohim le entregó de su palma derecha a la mujer sin nombre, una doncella de piel muy blanca y pecosa, cabellos rojos, mirada azul, 90-60-90, que el profeta cató, paladeó, degustó, succionó, chupó y tomó durante 40 días y 40 noches.
Al cabo, todos acuerdan, supo comprender quién era Miriam.
Sin embargo, tal cuestión no está escrita en El libro de los Eventos, no al menos en la edición con que contamos quienes trabajamos en este diario de un cardíaco, empleando el plural mayestático. En nuestra edición solo figura la conversación que el profeta sostuvo con la mujer sin nombre tras el último y acabado coito.
¿Cómo estuve?, preguntó.
Único.
Eso es gracias al gusano de metal que tengo en mi corazón.
No seáis profano, eso es gracias a Nuestro Señor que me ha creado para ti, para que te complaciera y dijera estas cosas.
Amén.
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