El sábado (que no es hoy) fue un día productivo: destruí uno de los borradores.
Me insulté. Disfruté insultándome. Creo que hasta me emocionó.
Matar textos está casi tan bueno como. No se me ocurre una comparación.
Onetti, Houellebecq, y la lista no es muy larga, se puede añadir a Shakespeare, no muchos más (Cervantes, Tolstoi, Chéjov, ok, y algunos más: Dostoievski, el primer Borges, etc.). Lo cierto es que luego de esos tíos uno está obligado a romper antes que a publicar libros.
El oficio de escritor hoy debería ser ese: escribir para destruir la propia obra en un acto de perpetua humildad y contemplación hacia aquellos que fueron la reencarnación de Homero y Aristóteles.
Mi producción es vergonzosa. Y estamos como civilización perdidos.
"Solo supo reproducirse como un conejo" espero que rece mi lápida, precedido por un "Este imbécil". Y en lugar de mi nombre: "Poeta en sus últimos años subsidiado".
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