25.12.14

Navidad

Nunca tuve una Navidad como esta. No hay comparación. Es la peor Navidad de mi vida. Los fuegos de artificio resultaron una tortura. Me llevaron a lo de un familiar. Terminé en la cama de la casa junto a una perra salchicha muerta de miedo, como yo, por los petardos, las bombas de estruendo, los fuegos artificiales. Malditos chinos que descubrieron la pólvora. Cuando me fui una de las pacientes lloraba a mares. Cuando regresé lo seguía haciendo y aún continúa con su faena de hacerme todavía más trizas el ánimo. Vino mi médica tratante, a quien no soporto. Me sumó medicación. Recién ahora descubre lo encarnizada que está mi tristeza y mi angustia tras la ruptura de mi familia. Recién ahora aterriza en que no tengo un lugar en el mundo. Y de todos modos no le creo ni les creo a sus pastillas. Espero equivocarme. Le pido a Dios que me equivoque y se quite la sordera que tiene para conmigo. Ya son pasadas las diez. Debo ir en busca de los medicamentos. Encontré en una biblioteca un libro de Mario Levrero. Probaré en un rato volver a leer tras un año y medio de infierno. De un infierno que no se acaba, que continúa. La carne de la cena estuvo picante.

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