Alguna vez no había querido casarse para que después no le sucedieran esas cosas. Casarse no había estado bien, no. Casarse y ser juzgado. Casarse y sentirse todavía más un bicho raro. Recibirse de semental, de marido, de hombre con anillo que es retado por su esposa. Y no solucionar nada. No, nada. Tan solo traer hijos al mundo para hacerlos sufrir. Uno de los peores pecados. No ellos, pensó Zamudio, sino el dolor que él les había generado. Porque ¿qué culpa tenían ellos, qué culpa de haber confiado en ese paraíso de papá, mamá, mamá y papá?
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