23.10.12

Hola, hola

Uno quiere abandonar un blog, cambiar la ropa, destruir el desánimo y salir con barba, hecho una nueva persona. La Iglesia, que es madre, permite a sus fieles esos lujos. Pero luego son los fieles los que deben obrar con fe, esperanza y caridad para que esos lujos sean posibles una y otra vez. En la vida de un blog todo es menos ortodoxo, es más falto de piedad. Uno escribe un blog porque en el fondo, y acaso en el afuera, está solo. Uno deja un blog para intentar que la soledad quede omitida, para dejar de ser tan impúdico y mostrar toda esta soledad y todos estos eufemismos. Podés estar rodeado de gente, podés vivir en una de las ciudades más importantes de una región geográfica, podés tener todo teóricamente a tu favor y, sin embargo, podés tranquilamente estar solo. Y lo que uno espera en un blog, ilusa, inútilmente, es hallar ciertas empatías implícitas, empatías que no son. Una dificultad compartida con Dios, al menos en las Sagradas Escrituras: quedamos reducidos a signos, a letritas, esa es nuestra manifestación. Una forma de ser vez a vez, en apariencias, más fácil, pero en lo concreto, más difícil. Más aún cuando la incapacidad expresiva me abunda.

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