1
En la conversación intervengo al pasar. No son los mejores días de relación con mi perro. Son días donde lo detesto. Escucho que hablan de unos bungalows en un pueblo de la costa donde dejan llevar perros con cara de foca como el mío. Recuerdo que el nombre de ese pueblo alguna vez me lo asociaron con el fenómeno ovni. Digo entonces: "¿Y es cierto eso de que en ese lugar hay contactos extraterrestres?". Una de las dos mujeres, porque son mujeres mis interlocutoras, lo desconoce. La otra, cuando ya estamos solos, me habla de naves con forma de toscano, me refiere que su creencia en los extraterrestres ha reemplazado a su fe en Dios. Dios no existe. Los extraterrestres sí, quiere decirme esa mujer. Es mediodía, la primavera parece ya instalada y a mí el conjunto me incomoda.
2
"Es dañino", dice un amigo aludiendo a un párrafo que le he leído a propósito del psicoanálisis. Pero no es el psicoanálisis lo dañino, sino Houellebecq. Antes me mordí las ganas de parafrasearle el párrafo de otro libro del demonio ese. Un párrafo mínimo, donde se indica que de la espera por la segunda venida de Cristo, más o menos, hemos pasado decididamente, y como nunca antes, a la espera de la muerte. Para Houellebecq París es tétrica. Para mí Houellebecq es un forro. Creo que estaría de acuerdo conmigo. Todos somos un poco eso. Sri Sri Shankar también.
3
El domingo se fue. Houellebecq ve en los domingos algo triste, especialmente si no se cree en Dios. Creo que los domingos son nefastos si a la falta de Dios se le añade facebook, toda esa necesidad crónica de existir fuera de la existencia. El desafío, el gran llamado, como suele repetir otro amigo, es la santidad o el martirio. Cualquier otra alternativa se asemeja a la indignidad.
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