Por largos momentos monótono, si bien de la descripción de las aventuras de una anciana llamada Ema versa este cuento, peca en exceso de verbos y enumeraciones, y hay un par de frases que llaman la atención dentro de la atildada narración de Falco. En una parte se lee:
"La señora Ema no fue nunca, pero a la tardecita se instala en el balcón y mira los tigres de Bengala que pasean dentro de su jaula".Y en otra, algo parecido. Que no tiene por qué molestar, pero el cuidado del texto y esos deslices hacen cierto ruido, más aún cuando se observa la huella de word sugiriéndole al autor que no escriba como vulgarmente se dice "detrás suyo", sino que ponga "tras de sí".
"Duilio aferró su mano y la arrastró tras de sí".Quitando estas y otras molestias, otra vez la estructura es políticamente correcta. Se cuenta una historia y admirablemente una historia con un simple paseo por el zoológico (más allá de los accesos a los que tiene Ema en ese lugar). Pero que impresiona más apropiada para un público infantil que para un público "adulto" (es un cuento, de hecho, que si tengo un hueco les leeré a mis hijos, y este es, en contraposición con lo anterior, todo un elogio). Fuera del paréntesis, así no llegue a la categoría de los cuentos con animales de Horacio Quiroga.
Un elogio más, si cabe el término. No hay chicanas ni atajos en la narración. Ni clichés generacionales surgidos del contexto mental (y, valga la reiteración, generacional) del autor.