10.12.11

Herido

Mi perro me ha mordido. Supe perdonarlo. No fue su culpa. Tampoco la mía. Se le atascó una pata, lloró. Se le atascó una pata en una puerta de metal, con entramados romboidales. Me mordió cuando lo quise ayudar. Me volvió a morder. Tengo ahora la mano con unas cosas que me pusieron, cosas que a su través permiten ver la sangre que de vez en vez vuelve a salir. Pero perdoné a mi perro. O dicho mejor, no lo perdoné porque no lo culpé. Conseguí liberarlo mientras mi mano sangraba. Lo tomé del collar, logré desenredar su pata del rombo metálico. Tiene cinco meses mi perro y ya me ha mordido, sí. Mientras lo hacía no sentí dolor sino más bien sorpresa y desesperación porque él seguía llorando. Da vergüenza decir que lo quiero como a un hijo. Da calor aceptar que lentamente me transformo en una vieja burguesa que solo piensa en la inocencia de los canes. Él está bien, fue tan solo un susto. Lo mío parece un poco más delicado, me duele uno de los dos metacarpianos que no tengo operados en la zurda.