Por otra parte está el tema de la edición digital independiente. Aunque es cierto que se le puede poner ciertas objeciones ya que difiere en algunos aspectos de la edición tradicional que nos ofrece textos más depurados (en ocasiones hasta clónicamente depurados hasta matar el estilo), las ventajas y la comodidad son muchas. Da igual que vivas en Singapur o en pueblucho de Tarragona, puedes conseguir el texto al instante. Y si no tienes lector de ebooks, en Rango Finito te dan opciones para poder leer el texto desde tu pc.Eso leí ayer en algún momento. Se trata de parte de la breve reseña que Javier Avilés le destina a El hombre elástico y otros cuentos, de Mauricio Salvador, libro, dicho sea al pasar, que espero poder, cuento a cuento, cuanto menos sea, comentar, sin culpas ni dudas éticas por mi cercanía (virtual) con el autor. Pero no era de esto que quería reflexionar con ustedes, queridos televidentes. Sino acerca de lo que Avilés sostiene en la parte copiada ut supra. Bueno, "reflexionar". Yo no soy reflexivo, sino compulsivo. Lo concreto: pienso en los libros electrónicos y pienso en las primeras traducciones de las Sagradas Escrituras al lenguaje germano y secular. Pienso en lo mal vistas que habrán de haber estado esas traducciones sin imprimatur y pienso también que ese vehículo, ese nuevo soporte, del lenguaje secular es que hablo, finalmente se convirtió en una necesidad hasta evangélica. Pienso también en aquellas pesadas Biblias escritas en griego o latín y únicamente al alcance de los que vestían largas sotanas. Y pienso en los libros editados en papel y en estos otros, electrónicos, más cercanos, aunque más fríos; más accesibles, aunque de más difícil lectura (de hecho, no me llevaría un reader, de tenerlo, a la playa), y la asociación es inmediata. Como también el suponer, en un mundo tan atormentado por la disgregación, la modernidad y el individualismo, quién gana, o qué soporte, acaso, podría acercarme aquello que, de otro modo, me sería casi imposible. Una única objeción a los libros electrónicos que se comercializan vía electrónica tradicional. No todos tenemos tarjeta de crédito. No todos confiamos en el crédito que dicen dar los bancos. Yo soy uno de esos pocos. Cuando las tiendas electrónicas se masifiquen por estas pampas, recordad permitir que uno pueda pagar con tarjeta de débito (ya lo he visto en una tienda virtual, pero ahí no está el libro de Salvador).
14.5.11
Sobre los libros electrónicos y elásticos
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