El inicio puede ser con un X e Y defendiendo la Catedral de las seguras pintadas anticatólicas de quienes ese día desfilarán hacia la plaza para festejar otro aniversario del 25 de mayo de 1810, fecha triste, para la patria, donde la opresión borbónica comenzará a ser reemplazada por la opresión ilustrada. La patria, desde entonces, lentamente, piensan X e Y, salvo el tiempo en que aquél príncipe católico gobernó, se ha transformado en el teatro de operaciones de dos bandos aparentes.
El inicio, también, puede desarrollarse en medio de una marcha del orgullo gay, con feministas incluidas que tienen colgados desde sus cuellos carteles que rezan "Iglesia, basura, vos sos la dictadura" y otros que dicen "Saquen sus rosarios de nuestros ovarios". La adhesión, además, de izquierdas y derechas progresistas, es evidente a esa mentada marcha, y ahí están X e Y, figuras mínimas de la reacción, que ni siquiera comulgan con las firmas de la revista Patria ni con los grupos de cacareantes anónimos que dicen defender la religión. Para X e Y las cosas son un tanto más graves. X e Y, ese día, han resuelto ir armados. Porque como Rosas o Quiroga, la alternativa a la imperialismo cultural, en principio, es una sola: la muerte de quienes defienden esos nuevos valores democráticos. Religión o muerte. Patria o muerte. Esas son sus consignas fuera del tiempo. Sus armas, en tanto, son rudimentarias, porque ellos son rudimentarios. Llevan, cada uno, el mejor cuchillo que encontraron en sus cocinas.
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