Él es negro, ella es blanquinegra, aunque dicen que ellas tienen más de dos colores. Ambos están en celo y a esta hora mientras trabajo los escucho gritar. Son como un bebé desesperado, como un chico al que están torturando, como uno de esos chicos que seguro hay en Afganistán y que tienen miedo desde que nacieron al lugar donde nacieron y también a eso que llaman Occidente.
La tarde del viernes cruzamos a esos gatos. Yo les dije a M y L que la gata era mi amiga. Que la noche anterior, de regreso del kiosco, la saludé como yo sé saludar a los gatos, y que ella me maulló y que me siguió casi hasta la puerta del edificio. Les conté también esto del apareamiento. Que se están apareando y que de noche asustan. Que sus gritos son horribles. M ya sabe cómo son las cosas, cómo es eso del sexo. Hace un año o más me preguntó, o nos pusimos a hablar, no recuerdo bien. Él hablaba de sexo, de eso estoy seguro, y yo le pregunté a qué se refería y él me dijo a eso que hacen machos y hembras para tener hijos. Y yo le fui más a fondo, cruzando los dedos para que nadie le hubiera aún dicho nada concretamente, para ser yo el primero; es de los pocos derechos reales que uno tiene como padre, creo. Él me dijo que es lo que hacen los leones con las leonas. Ajá. Sí, me dijo. El león hace pis y la leona bebe el pis y queda preñada. Entonces le expliqué que no era así. Sin reírme, seriamente. Entonces le dije cómo eran las cosas y él dijo tengo una arcada.
La tarde del viernes cruzamos a los gatos y le llegó el turno a L. L preguntó que cómo hacían los gatos para aparearse, agregó que sabía de la necesidad del macho y la hembra y de alguna forma de relación entre ellos, pero pidió, de algún modo, detalles. El gato le mete el pito en la cuchufla a la gata, le dije a L, que me miró indignada, que arqueó la boca. Y M aprovecho y liberó su conocimiento que hasta entonces era un secreto, al menos con respecto a L. Eso no es todo, dijo, lo peor es que lo hacen así todos los mamíferos, incluidos los humanos. Qué asco, dijo L. Qué asco. Después entramos al edificio, M y yo subimos por el ascensor, M seguramente sintiéndose realmente el mayor. Ella prefirió la escalera.
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