23.11.09

Chicamigrania y Tulipanes para Zamudio

No pudo con su afecto, porque se nota y mucho en su reseña bien a su estilo. Pero no se puede pensar que no sea sincera. Uno más o menos se da cuenta cuándo es que ella está más fingiendo que otra cosa. Y éste no parece ser el caso. Dijo Cecilia:

Tengo que decir que la otra vez no conté las cosas tal cual sucedieron. Cuando nos encontramos en la ciudad-sauna, agarramos Paseo Colón y mientras pasábamos apiñados por al lado de un kiosco de diarios y revistas, saqué de mi bolso el libro robado de la biblioteca de Del Mar High School hace unos veinticinco años y le dije a mi amigo: te traje un regalito. Si alguien tiene dudas, el libro fue robado para mi amigo, sólo que la sincronicidad quiso que recién ahora me diera cuenta de que en casa hay un libro de Sherwood Anderson que no queremos, una edición muy linda, tapa dura y forrada con el plástico que colocó una bibliotecaria prolija, acaso amante del profesor de Historia, quizás novia de la profesora de Arte.
El libro está en perfecto estado: todavía conserva el sobrecito con las entradas y salidas de la biblioteca, y también tiene la etiqueta blanca con el código de catálogo.
Javier al principio no entendió qué le estaba dando, quizás pensó que la conversación de la semana pasada sobre ese mismo autor había sido con otra persona. Me miró confundido y le dije: ya sé que está en inglés y que no te gusta leer en inglés, pero mirá, estaba en casa, y acabo de dedicártelo en el subte para que no puedas rechazarlo.
A mí las casualidades me encantan, las busco porque sé que están escondidas esperando a ser descubiertas. Mi madre, que no lee lo que escribo porque cree que siempre y sólo escribo sobre ella, y que indefectiblemente lo que escribo son cosas malas, últimamente cita a Ernesto Sábato. Así que ahora escribo un poco sobre ella, pero no cosas malas, sino que la cito citando su cita preferida: “No hay casualidad sino destino. No se encuentra sino lo que se busca y se busca lo que está escondido en lo más profundo de nuestro corazón”.
Volvemos a Paseo Colón. Oh casualidad, cuando Javier abre su bolso para guardar el libro, saca otro, el suyo, y me dice: yo te traje esto. Me río, agradezco, me emociono sin que se me note, creo.

El resto de lo que dijo lo pueden encontrar directamente acá.
Igual yo a ella la quiero y la admiro desde antes.

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