El domingo, amigos internacionales, y aunque ya se veía venir la emergencia sanitaria en la Argentina por la vulgarmente llamada gripe porcina, el domingo los argentinos igual debimos ir a votar. En la escuela donde yo realicé mi "acto soberano" (me da dolor de estómago cierta jerga) uno de los fiscales, con sobretodo, bufanda y mucha tos, escupía los documentos de identidad de los electores con su saliva y sus mocos. Sobre la mesa donde se acomodaban esos docs había también un frasquito con alcohol en gel para enjuagarse las manos tras la votación. Una medida preventiva del octavo mundo. Pero el gobierno había jugado todas sus cartas por esa elección que finalmente perdió (cuac!), había invertido demasiado dinero y demasiado en lo político como para privarse de ella, y todos fuimos, de Ushuaia a La Quiaca.
Ahora, hoy, tras la renuncia de la ministra de Salud ayer, ahora, recién, ya se han cancelado las clases para los chicos desde el lunes próximo. Ahora resulta ser que hay muertos por la gripe. Ahora hasta hay un funcionario de la ciudad que así está. Ahora, que el gobierno ha perdido la elección, ahora hay gripe A en la Argentina.
Que viva la patria, carajo.
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