Mi mujer es descendiente de uno de los integrantes de la Primera Junta de Gobierno. Hoy llamó a casa un señor muy educado que dijo ser otro de ellos. Lo atendí yo y enseguida convencí a mi mujer. No me costó demasiado. El señor del llamado es un señor muy educado y el lugar del encuentro con otros descendientes de próceres patrios es un lugar agradable. Además no deja de ser curioso que los descendientes de amigos y enemigos se encuentren. Habrá que ver si vuelan los vasos o si todo es como supongo, una reunión social donde se recuerda la Historia como se mira un álbum de fotografías.
Mi mujer, no muy lectora de esa Historia, me ha pedido que la oriente como para llegar a la reunión (naturalmente, la voy a acompañar) con conocimientos más o menos profundos. Tampoco yo tengo conocimientos profundos de la Historia, pero hay que disimular y sostener la poca admiración que todavía desprendo y hay también algunos libros en mi biblioteca, libros que le robé a mi viejo, que siempre me maravillaron y que permiten que siga haciendo de señor culto. Uno de ellos es Las masas y las lanzas, de Jorge Abelardo Ramos, un olvidado en estos días, un tipo con una vida para hacer una película y un tipo también para estudiarlo por su curiosa interpretación de lo que es la izquierda, el peronismo y la democracia.
Cito el primer párrafo de Las masas y las lanzas que he comenzado a releer:
La historia de los argentinos se desenvuelve sobre un territorio que abrazó un día la mitad de América del Sur. ¿De dónde proceden nuestros límites actuales? El origen de estas fronteras ¿responde acaso a una razón histórica legítima? ¿Nos separa una barrera idiomática, cierta muralla racial evidente? ¿O es, por el contrario, el resultado de un infortunio político, de una viscisitud de las armas, de una derrota nacional? Sin duda aparece como fruto de una crisis latinoamericana, puesto que América Latina fue un día no muy lejano nuestra patria grande. (1) Somos un país porque no pudimos integrar una nación y fuimos argentinos porque fracasamos en ser americanos. Aquí se encierra todo nuestro drama y la clave de la revolución que vendrá.
(1) Manuel Ugarte, El porvenir de América Latina, F. Sempere y Compañía, Editores, Valencia, 1910, p. 18.
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