9.3.21

9 de marzo

Mi estancia un poco breve en Buenos Aires se debió a que deberé regresar en un par de días. Equis y Zeta necesitan cada vez más de mí. También mi infinita descendencia, que sola se hallaba mientras la madre ahogaba sus penas lejos con su novio de ojos sufridos y cuerpo gastado.

En una escapada fui donde ellos, mis hijos, hablamos bastante menos con Aries, que identifica en mí todo lo que el marketing político y el onegeísmo le ofrece: aunque de metro setenta, aunque semiocupado, aunque de sangre ya muy mezclada, aunque débil psíquicamente, aunque perdedor en  términos capitalistas o productivos, aunque loco según muchos lo entienden, o débil y hasta afeminado, ha comprado la idea de que soy el supremacista blanco heterosexual a quien combatir. Y que a tal bestia apenas se le dirige un hola y un chau.

Es la estudiada muerte de Dios.

Es la ingeniería social donde si yo tenía quince y no la había puesto era un puto.

Es el mismo mecanismo de cancelación por el que si estás solo sos lo mismo.

Es la presunción del viejo amigo homosexual de que uno si no anda de parranda con muchachas ni se masturba pensando en ellas debe tener vértigo en el trasero o preguntas que ese agujero negro se pregunta.

Es el haber sido señalado como "culpable de clase" por no arrodillarme frente a las figuras políticas de los noventa que prometían economía de servicios, primer mundo, relaciones carnales con los Estados Unidos y todo aquello de un país y una región que cada vez existe menos. (Gracias libertadores de América por tan poco).

Es, al fin de cuentas, la muerte también de la empatía. El triunfo del espíritu inquisitorial donde, si no vivís y, sobre todo, si no pensás como se debe pensar, estás afuera.

Afuera de todo.

Le escribí un largo mail a la madre de mi resultado seminal. Ella, con disculpas de por medio (el asunto versaba en Aries, también entrelíneas en esto) me dijo que carecía de capacidad anímica para abordar el asunto, que también Aries con ella se muestra con harto desdén. (Acaso Aries vea en su madre a un subproducto de lo femenino).

Si me guiara por las máximas de estos tiempos, debería encargarme de encerrar a Equis y Zeta en un hospicio, de usufructuar sus ingresos de ancianos, de perpetrar pequeños negocios inmobiliarios. ¿Qué estaría mal en todo aquello? ¿Si la vejez tampoco encaja en el fin de los tiempos, en el inicio de la muerte de un milenio que inventó a "la juventud"?

Pero no.

Pero no.

Liberado de la necesidad de pertenencia a un grupo mayoritario (y claramente burgués) en lo hegemónico, prefiero este vino barato, este blog, cagarme en todo aquello que venga impuesto "porque así se debe pensar para quedar bien".

Hay una belleza que pocos observan, no en los sospechables sacerdotes, sino en el catolicismo: la inquisición puede ser transgredida porque existe la posibilidad de perdón y antes, y hablo en sentido doctrinal y dogmático calzándome la mitra de la que carezco, comprensión de la condición humana. Luego de Roma sale el humo de Satán. Lo he hasta visto. Pero yo voy a la forma, a la interpretación del ser humano, a una cosmovisión medievalista, occidental y cristiana que está a la baja, a un Dios al que traduzco apenas en una Tau de madera, a una fe unamuniana donde es preferible asumir que se desea querer creer, antes que la renuncia absoluta de todo para que la verdad y la comprensión del mundo resulten meros artificios relativos a la subjetividad, productos culturales, donde, en síntesis, tanto la verdad, como la estética, no son más que puras convenciones, de manera tal que Shakespeare o Houellebecq con severidad pueden ser cuestionados por nuevos participantes de la neorreligión ultramontana y facha: El mercader de Venecia o Sumisión obran de ejemplos entres tantos.

Son los tiempos de la muerte de Dios y de la muerte de la justa rebeldía. Satán, siguiendo a Lewis, en su odio a la humanidad, la trata de estúpida. Yo agrego: se vale de los estúpidos. Que siempre fueron legión.

¿Escapo de la regla? Creo que cada vez más, en la medida en que la infelicidad se transforma en dicha, y el karma en dharma.

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