17.1.25

Nadie nada termina de comprender bien nada cuando nada se comprende del todo

Los días avanzan con ventiladores, ciclismo nocturno, un depto que trato de amar pero que odio, un aire acondicionado que es un AA pero que podría ser el terror de la Triple A, un instalador que vendrá el martes, un cigarrillo que extraño tanto como el alcohol, los días, la concha de la secretaria legal y técnica, quiero ser feliz en estos días pero me está costando un Perú, toda Bolivia, Ecuador, Colombia, Venezuela y métanle las Guyanas, Brasil, el Paraguay y todo lo que quieran del subcontinente, debería estar trabajando, deberías estar trabajando, Javier, y ser santo e ir a misa los domingos y recordar y que te recuerden y de pronto me encuentro con la hija que una vez tuve y que de vez en vez redescubro pues no me trata, pues renunció a mí y no me victimizo, yo también tiendo a renunciar a mí, y me pasa que estoy con un ventilador Liliana a mi derecha y con el calor de la tarde en la nuca, dentro de la habitación triste todo el sol, 40 grados de térmica mientras no vengan López Rega e Isabelita a instalarme el AA y el miedo a perderlo todo, incluso la cordura, pues renacen y florecen los peores síntomas y la reputa madre que lo remil parió, una vida y unos días que avanzan y se empujan entre sí, se lastiman, se codean, buscan roña todo el tiempo y sin parar lo que nadie sabe qué porque nadie nada termina de comprender bien nada cuando nada se comprende del todo, "dios" se escribe "Dios" aunque nos haya creado para matarnos.



23.12.24

Alguna aclaración innecesaria y una digresión sobre la enfermedad

Si alguno estuvo leyendo (vi que se multiplicaban las lecturas, para bien o para mal) los diarios de los últimos casi 60 días, se habrá dado cuenta de que ya no están. La decisión era esa, sentarme, armar un primer borrador de un saque, tratar de lidiar con estos días de mucho dolor y de mucha crueldad. Ignoro, porque siempre sobreviene la inseguridad, de si en aquellas sentadas lo hice medianamente bien, entiendo que necesitan mucho trabajo y ello supone otra vez darle vueltas al dolor que encierran esas páginas. Pero lo intentaré en los ratos donde no escriba libros por encargo, no visite médicos o no esté montado a una bicicleta.

La digresión sobre la enfermedad: no soporto ver a los que me trajeron a esta existencia presos de sus cuerpos, seguramente a muchos de los que aquí lleguen les haya pasado. En el caso particular del que hablo, él tiene una forma de ser distinta a la mía y creo que está entregado; cuando hace fuerzas para conectarse y abrir la boca y no le sale, se resigna, lo mismo cuando queda dormido en su sillón de ruedas. Lo cierto es que desde mi subjetividad a esto lo veo como a una tortura que se me torna insoportable. Tal vez no sea así su perspectiva en los pocos momentos de lucidez total que tiene. Pero no lo sé y no lo hablé con él. Esa parte es un tabú entre nosotros. Me parece por otra parte una falta de respeto y consideración preguntarle si quiere irse ya de esta vida o no; si, a pesar de todo, se la aguanta todavía.

Nada, era eso. Necesitaba volcarlo para ver si puedo tener una noche normal y un despertar normal, mientras aguardo combinar una escapada con máquina incluida hacia algún lugar solitario una o dos semanas, por prescripción de casi todos mis médicos tratantes.

 

1.6.23

De la serie "Conversaciones con mi hijo mayor", "El Dante me persigue"

1
 
(Pero el toro se muere despacio porque se muere peleando).
En parte sí.
Lo gastan.
Lo enojan.
Lo desangran.
Le mueven el capote y la muleta.
Y cuando está muy débil, cae.
Tiembla.
Convulsiona.
Y lo degüellan.
Esa parte es lenta.
Luego, con mulas lo sacan de la pista.
A la par que el torero se florea.
Y el toro va al desolladero, al que ves al salir de la pista a través de grandes vidrios: ya colgado el toro, despellejado. Entonces su sangre corre por el piso y olés la sangre y la pisás.
 
2
 
La sangre del toro.
Huele como a los puros que en la corrida fuman los espectadores.
Es todo dantesco y muy profundo a la vez.
Un ritual de muerte y estética.
Y una representación del cosmos.
A veces somos toros.
Otras, toreros.
El bien y el mal se mezclan.
El torero puede morir.
Pero el toro de lidia siempre muere.
Por una ficción: aquel trapo rojo.

3
 
Nada sé de tauromaquia. Pero vos sabés. Ya lo hizo Teseo. Y dios y el diablo tienden a ser toreros, a quienes con frecuencia imitamos, cuando no somos aquellos toros, aquellos tristes toros de lidia.
Una lección: no ser toro de lidia en la vida.
Supongo.
O no dejarse llevar por ilusiones ni por trapos rojos.
Yo soy toro de lidia y, a veces, sólo a veces, le doy al torero.
 
4
 
Tauro.
Hitler.
Vida o muerte.
El toro.
Su simbología.
El torero no existe si no hay toro.
Y no hay Teseo sin Minotauro.
Ni Hitler sin enemigos que se inventa y carga.
El toro está entre vida y muerte, pero yo no ando en esas, sino antes entre Eros y Tánatos, que es casi lo mismo.
 
5
 
En Las Ventas podés entender al universo y a la humanidad.
Y odiarlo todo.
O dejarte llevar y beber cerveza y fumar, que fue lo que hice. Para procurarme cierta catarsis. Porque la plaza de toros, como todo ritual, es una imitación de la dinámica humana y del universo.
Ni más ni menos.
 
6
 
Si me preguntás, solo frente al Dante o al Palacio Salvo (o en Las Ventas) pude relajar y tensarme a la vez. Luego fui un fantasma que miraba todo a través de su tristeza.
En aquellos otros escenarios mi tristeza infernal estaba fuera.
Ya escribiré algo cuando pueda
 
7
 
El Retiro es tan grande como Hyde Park, o como se escriba. No es fácil encontrar nada sin internet. Menos ahí.

8

Al toro, desde un caballo, a modo de lancero, un hombre con la pica le abre el cuero por el cogote -que ha de tener otro nombre-, para que le entre más tarde la eventual espada, que la cabeza le quede gacha y comience a desangrarse.
El cuero del toro es duro.
Al último torero le rebotaron tres espadas a pesar del picador; la última cayó en las gradas y casi mata a un hombre que fumaba un puro.
 
9
 
Los banderilleros lo desangran también. Creo que ya te lo he dicho.
No solamente es que el animal se cansa por su furia. Lo hacen cansar y enfurecer, ambas dos.
Los banderilleros tienen una misión casi suicida, clavarle de a dos banderillas por vez.
Lo desangran.
Lo cansan.
Lo vuelven loco.
(Como lo hace dios con nosotros).
(Como lo hace el diablo).
(Como lo ha hecho este día mi hermana).
(Como lo cometió la manchega en Madrid los días que me alojé en su casa).
Hasta que en un momento -el toro- se derrumba, después de que le clavan la espada, o a veces sin que se la claven siquiera.
 
10
 
Enseguida se acerca el mismo torero con un puñal, la puntilla, para degollarlo y darle el corte final a la agonía.
Dicen que aquello es una variante de la piedad.
Yo mejor le llamaría "eutanasia taurina".
Como sea, hasta que no lo degüellan, el toro convulsiona, los ojos abiertos, la lengua a un costado.
Ves a un animal de 600 kilos de ese modo y es ver también la muerte de un dios o de un demonio, y ves aquel borde de la vida y ese final que es la muerte y que todos aplauden.
(También festejaron en la corrida al torero que casi muere por una cornada y que luego continuó su faena. Diego de Manuel o cosa por el estilo se llamaba, veintidós, veintitrés años).
 
11
 
Pero parece que nadie quedó a gusto.
Sin embargo.
(Escuché hablar de mejores toros en Sevilla).
Al cabo de las seis corridas (que sumaron ocho porque dos toros, por malos, fueron desechados), los espectadores tiraron sus cojines a la pista.
 
12
 
Una corrida de toros es como un caleidoscopio metafísico, alegórico e infernal.
Una forma de nuestras pasiones, de las altas y las bajas.
De absolutamente todo.
(Y además, lo sabés mejor que yo, no es algo que nació en España y no tiene que ver solamente con matar al toro, si bien está esa cueva ahí en España, creo que no sé si por Benalmádena, ahí donde pervive un toro pintado imagino que no como un dios, sino como una bestia a ser cazada).
(Y está también el circo romano, donde jugaban al mundo y sus leyes los romanos con cristianos y leones).
(Y en América, los sacrificios humanos).
(Podríamos seguir una eternidad con tales enumeraciones).
 
13
 
Andan los dioses y los demonios sueltos, todos los dioses y los demonios sueltos. Y los que fuman puros:
Unos disfrutan cómodamente sobre sus cojines mirando el espectáculo, y toman fotos y cerveza, gritando, de vez en vez, olé.
Mientras que los otros leen un poco al universo.
De eso tal vez sirva una corrida. Amén de para matar toros.
Seis toros, descontando a los otros dos "malos".
Un número imperfecto que, triplicado, es el número de la bestia.

14

En el Retiro, la puerta más cercana que tenía de donde me alojaba en lo de la manchega era la Puerta de Dante.
Tulipanes para Zamudio, si no me equivoco, inicia con un texto que se llama "Barolo", por aquel edificio, el Palacio Barolo, sobre Avenida de Mayo.
Construido por Mario Palanti, un arquitecto que quería traer los  restos del Dante desde Ravenna, Italia.
Nunca pudo.
Después cruzó el río y construyó el Palacio Salvo, en Montevideo. Que es una adaptación del Barolo.
Palanti, al edificarlo del otro lado del Río de la Plata, tuvo el mismo cometido.
Volvió a fracasar.
 
15
 
Cuando salí a caminar por la 18 de Julio sin dormir, tras viajar doce horas en avión y estar doce horas de espera en Barajas -la manchega me echó de la casa-, me volví a cruzar con el Dante, esta vez en Montevideo; allí hay una estatua.
Luego, seguí avanzando y llegué al Palacio Salvo.
Creo en las coincidencias, o en las casualidades significativas.
Así como en Dominicana una mujer morena me leyó por dentro, ahora el escenario se exteriorizó, manifestó lo que siento y resultó todo un espectáculo dantesco.
De una orilla y de otra del Atlántico.
Ya te conté la historia mil veces (y si la historia no es cierta, la soñé):
Mario Palanti, después de hacer el Palacio Salvo, se marchó a Italia y trabajó a las órdenes del Duce. Se hizo fascista.
Pertenecía a una logia, la logia de la Fede Santa. Y si me equivoco me importa un culo.
Palanti creía que el Dante había sido el inaugurador de tal logia.
Hay muchas pinturas del Dante donde está vestido como franciscano. 
 
16
 
Te escribo y me suenan los Sparklehorse, inspirados en "Noche oscura del alma", de San Juan de la Cruz.
El que canta es David Lynch.
El líder de aquella banda se suicidó hace ya mucho tiempo.
 
17
 
(Diecisiete es "la desgracia").
No sé.
El primer día que llegué fui al Retiro y entré por la Puerta del Dante. Y los caminos me llevaron a la estatua del ángel caído, el diablo.
¿Por qué?
¿Casualidad?
No.
Ya escribiré algo de todo esto cuando pueda.
Creo que también ya te lo dije.
Aunque no lo sé.
Te paso la canción.
Advierto que es un poco siniestra.
 
18
 
(Dieciocho es "la sangre").