18.3.21

18 de agosto (quise escribir "marzo", pero por alguna razón creí estar en agosto, así que lo dejamos así)

La coordinación de la vida de Equis y Zeta cuando no estoy dentro de su departamento se multiplica. Órdenes, recetas médicas, reintegros... La imposición de internet y sus derivados no evita el papelerío, la burocracia. Esto es algo que deben tener en cuenta los que trabajan en el diseño de la especie que reemplazará a la nuestra. Si acaso el factor condicionante de esa nueva raza vuelve a versar en el papelerío, así sea virtual, estarán frente a un nuevo tipo de humanidad, pero no frente a otra cosa "superadora". Entonces se hablará con títulos como este: "Acabó el ser humano, lo que no significa que haya nacido una nueva generación poshumana".

A propósito, otro título: "Terminaron los tratados de paz con ex oficial, ello no implica la guerra". (Pero esta vez se acabó).

De casualidad encontré de señalador, en un libro que releo con gusto, una vieja carta que ella me escribió. Había olvidado que tanto me había amado y aún más había olvidado el carácter entre falaz y fantástico que supone el amor. Con eso no reniego de él, o eso creo, sino que posee (el amor) tanta entidad como este atardecer nublado donde, a través de las cañas del fondo, entreveo la luz de una calle. El amor no puede durar más que esta visión. Solo la amistad, y en casos muy puntuales, o las relaciones filiales, en casos también muy puntuales, están a salvo de cierta finitud. Lo demás es voluntarismo, acostumbramiento, como se lo quiera llamar.

"Te quise. Pero ello no supone que nada tenga un límite".

Relacionado o no con lo anterior, desde que mi hermana me dio un celular que no utilizaba (y que me enteré que no rompió, sino que quiso abrir como una bestia cuando estos celulares no se abren, acción por la que resquebrajó y bastante el cristal) prácticamente no atiendo llamadas y rara vez empleo alguna red social. Menos aún miro los estados de WhatsApp o las historias de Instagram, a menos que el tedio me lo sugiera o que haya algo de mi interés personal: estas costumbres, estoy seguro, caducarán en una pequeña equis cantidad de años, como ya ha caducado -al menos en Buenos Aires- la posibilidad de encontrar un teléfono público y de escribir sobre teléfonos públicos.

En fin.

Avanzo con la recuperación de una historia gracias a un comentario que me hicieron en el blog (un gran tipo a esta altura del partido y que siempre me leyó con mucha atención; no preciso de más gente) y que me llevó a un blog oculto donde yo escribía para un puñado de personas esa misma historia. (Creo que la versión casi final está quedando bastante bien, mucho más de lo que me imaginaba, y lo curioso: me había olvidado del blog oculto, de la historia recuperada, de hechos hoy relevantes para mi vida, mucho más que vos, que vos y que vos también).

Esta semana que está por terminar, salvo mis compras de almacén o mis diálogos con Equis y Zeta, no tuve interacciones personales directas, cara a cara, con nadie. Solo una excepción: le ofrecí a mi vecino que, si lo desea, puede arrojar su basura en mi barril de residuos hasta que no repare el suyo. Se trató de una casualidad, justo yo salía con unas ramas a la calle y él llevaba tres bolsas de basura, calculo que para arrojarlas sin mi permiso, en mi barril. (A veces soy un dios piadoso, indulgente).

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