11.3.21

11 de marzo (por la noche)

Enero y febrero suelo quedar en el desahucio. En marzo suele reactivarse la actividad. Una actividad por demás extraña. Ser escritor fantasma supone la reserva, el secreto, la ausencia de "logros" en tu currículum. Y la incomprensión de tu interlocutor si te le animás a decir eso, que escribís libros para otros y, a veces, libros para vos.

Genera, no lo niego, un complejo para abajo y también para arriba, de Dios. Es casi la metáfora de la imagen y semejanza del Hacedor bíblica en la era del ateísmo, donde nadie entiende por qué una flor se abre tan solo para ser lubricada y secada por los pájaros, los insectos y los días, donde el universo reprueba a un perro macho nomás llega a los meses en que necesita montar así sea una pierna.

La humanidad, dentro del ateísmo de moda, se ha transformado en algo más que estúpido. En su propia negación.

Durante este largo, largo día (tema aparte), resolví que, de llegar a ganar cierto certamen, renunciaré a él. El dinero no está mal, pero el catálogo y el aire que le huelo a la editorial me saben pésimo. Ya imagino incluso acalorados cruces de mails hasta que los mando soberanamente a la mierda. (Ojalá no gane esta vez. Porque no todo es dinero y menos publicar. No. A veces la dignidad y el orgullo son todavía elementos que cuentan, así unos años atrás un supuesto amigo se me haya reído por pararme sobre esos pilares humanos, ¿o acaso un caracol posee orgullo y dignidad?).

Puedo vivir sin tener sexo. Como puedo vivir teniéndolo. Lo importante siempre es la virtud, el Satori, la Verdad, el orgullo y la dignidad. Luego, soy una mierda. Pero en el principio no. En el principio siempre fui un inocente que llegó desnudo a este mundo. Y en el inicio de cualquier obra carezco de maldad y ahí, ahí creo yo que se encuentra la verdadera humanidad, y no el cinismo al que nos han acostumbrado. El cinismo y la hipocresía.

Hay una cita de Houellebecq de la que para mí es acaso su mejor novela y que reza lo siguiente:

(...) la individualidad es apenas una ficción breve dentro de una especie social.

Y también y por sobre todo:

¿Qué es lo que define a un hombre? ¿Cuál es la primera pregunta que se le hace a un hombre cuando quieres informarte de su estado? En algunas sociedades le preguntan primero si está casado, si tiene hijos; en las nuestras, se le pregunta en primer lugar su profesión. Lo que define ante todo al hombre occidental es el puesto que ocupa en el proceso de producción, y no su estatuto de reproductor.

No subrayo esas frases como algo filosófico ni como mensajes para encuadrar en ninguna parte. Las subrayo solo porque Houellebecq, como Onetti, no abandonan la honestidad al escribir, o se les escapa, lo que al final es lo mismo.

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