19.11.18

Animales

Una vez tuve un perro. Una vez mi perro quedó enganchado de una pata. Necesitaba de mis cinco dedos para zafar. De esa habilidad superior incluso a la de los monos. Su intención para liberarse contemplaba hasta arrancarse la extremidad, como un oso en una trampa. No quería flagelarse, sólo buscaba la libertad, y si ese era el precio, estaba dispuesto.
Tuve que actuar. Porque sufría, porque no me gustaba verlo sufrir, porque lo quería. Sabía de los riesgos, pero a diferencia de él mi actitud resultaba pensada y era una forma de autocompasión: la bondad no suele ser más que el resultado de una serie de mecanismos que se dan en milésimas de segundos. No sé si soy tan bueno. No sé si hubiese realizado lo mismo con un perro al que no amaba.
Al liberar su pata él me clavó sus cuatro colmillos en la zurda. No deseaba clavarme sus cuatro colmillos. Eso también formaba parte de su deseo de libertad y en su creencia instintiva mi mano no obraba como su salvación, sino como un freno. Mi perro era en ese momento un pollo de criadero al que le deben arrancar el pico para no matar a su hermano de condena.
La falta de rituales en los animales es fatal -también en los humanos-, acaso también la falta de instituciones, costumbres y drogas legales. La ausencia de tradicionalismo y de un cierto grado de culturización nos conduce a la autoagresión o la violencia. La tradición y la cultura no están en las redes sociales y la televisión. O no necesariamente están allí. En esos lugares abunda más bien una ficción. El ritualismo tradicionalista y cultural supone una combinación del cuerpo y el espíritu (creo que los orientales no diferencian entre espíritu y mente). El ritualismo es la jaculatoria y el golpe del canto de una mano contra la roca mil veces cada día.
Este post no fue patrocinado por la Biblia, sino por una posfeminista del ultra todo marginada de los medios y las academias, a quien llamo de distintos modos en mi cabeza.
Ella, en la medida en que la veo envejecer, asume una posición cada vez más reflexiva, casi como la de una eremita.
De todos modos no es más que una impresión subjetiva la del párrafo anterior.

No hay comentarios:

Publicar un comentario